martes, 25 de junio de 2013

El tiempo

10:23, ¿Qué estoy haciendo? Será que los escalofríos internos que tengo, sean esas mariposas que una siente cuando dice estar enamorada. O será esa adrenalina que sentía cuando tenía quince años y estaba en la puerta de mi casa, con alguno de esos chicos que solían bajarme el cielo, el mar, las estrellas y también el pantalón para tratar de tocarme. No, no, no siento eso, pero siento algo parecido. ¡Puta madre!, ya son las 10:45 y sigo pensando en tonterías y aun ni me alisto.
11:17. Siento un claxon en mi cabeza, pues no, en mi cabeza no es, es afuera y sí, sí es él, no él que me bajaba el pantalón, ni el mar, ni las estrellas, es otro, uno que pretende subírmelo, pero todos los días al despertar. El lápiz de labios demora en secar, cojo una servilleta doy los últimos retoques y siento que ya estoy lo suficientemente dispuesta a salir y a tratar de no hacer lo que hice ayer en la noche.
11:22. Él está ahí, en su carraso del año, uno negro, bien chévere, recogiéndome a mí, de mi casa a las 11:22 de la noche un sábado en la noche. Yo 20. Me subo a su carro, un poco roja, definitivamente hirviendo de los nervios. Trato de mirar afuera y con las justas darle un beso, para que no piense que estoy calentona. Porque la verdad solo estaba nerviosa. El me habla de lo que hizo en el día, yo lo escuchaba siempre con una sonrisa. Agarraba mi celular de vez en cuando, miraba la hora, 11:46 íbamos a más de 100km y yo ni siquiera sabía a dónde.
12:09. Habían muchos carros estacionados, era una cuadra bien amplia  en medio de dos avenidas muy transitadas a esa hora de la noche. Entramos a un bar, uno parecido al de ayer. Nos sentamos, el bartender era bien churro. No entiendo por qué no podría salir con uno así, podría esperarlo en sus cierres e ir a dormir con él. Pero no, estaba sentada al otro lado del bar y lo único que podía divisar, era al personaje que tenía ahí no más.
12:14. Nos dan la carta de los tragos lo miro, me mira y me dice: tú pide no más. En ese momento dije, este, bueno, no me quiero emborrachar, pediré algo suave. Mire al bartender, tratando de no ser tan coqueta y le pedí uno de esos que ni sabía pronunciar, pero él me entendió.
12:19. Me dan mi trago y todo comenzó a fluir nuevamente, como fluyó el día de ayer. Empezamos a hablar de mi corta vida, de sus viajes, de mi universidad, de su trabajo y de los planes que tenía conmigo. Los tragos iban, la cuenta subía pero ya no me preocupaba mucho en ese entonces si me emborrachaba o no porque ya estaba a una onza y media de eso.
3:27. Decidí pararme e ir al baño. ¡Puta madre! ¿Qué estoy haciendo?, nicagando me lo chapo, pero ¿qué estoy haciendo?  De nuevo la misma historia, la de ayer, regresar a mi casa 10:10 no, no hoy no pasará eso, es más le diré que me lleve a mi casa y me echaré a dormir sin remordimientos.
3:34. Salí del baño, me dirijo hacia él con un coqueteo un poco desapercibido hacia el bartender. ¿Nos podemos ir? Me miró y me dijo, está bien no hay problema, pero debo recogerla y no debo estar contigo, te puedo dejar donde te dejé ayer y después ir por ti. ¿No entendí, de que me perdí? En ningún momento le dije que íbamos a hacer lo de ayer, simplemente le dije que ya me quería ir. Me quedé muda tras el nerviosismo, simplemente me paré, esperé que pagara la cuenta y me subí a su carro. Muda, ni una sola palabra, en el camino él prendió la radio y tarareaba una canción que le escuché muchas veces tararear a mi papá.
4:02. Aun seguía sin entender lo que estaba pasando. Seguía con esas casi mariposas, temblores internos dentro de mí. Me bajé, se bajó. Entramos.
4:06. Una habitación para dos por favor. Quería correr, estaba con un poco de asco, una sensación rara. Seguía sin entender lo que pasaba. Subí a la habitación, me dio un beso en la frente como los que le da a ella en las mañanas al despedirse. ¿Me había enamorado? Pues no, era imposible con una sola noche de pasión. Pero que pasaba, ¿por qué no podría decirle que no? ¿Qué le iba a decir a ella?
5:50. Mirando el techo del bonito hotel me quedé. El entró se echó conmigo, me acurrucó entre sus grandes brazos y me quedé dormida, pero segura a la vez.
10:10. La misma hora de ayer, bueno antes de ayer, amanecí con este sujeto acurrucados pero esa vez algo descubierta lo miré y no tenía palabras para describir lo que había hecho. Lo conocía desde que nací y en sus brazos siempre me acurruqué cuando iba a la casa de ella, mi mejor amiga.

10:21. Su hermano era como mi hermano, ella mi mejor amiga y su padre, mi amante. Yo 20, él 54. Me enamoré de él y un bar nos unió una noche en la Lima gris. 

domingo, 2 de junio de 2013

Un amor de toque a toque

Recuerdo aquel día, ella con el pelo recogido y una vincha de puntos azules grandes, que le tapaba la mitad de la amplia frente que tenía y dejaba resaltaba sus hermosos ojos oscuros con pestañas vistosas. También recuerdo que  tenía un vaso con un par de hielos y Guinda, que apretaba su hermosa mano de dedos largos llenos de anillos. Hablaba sin cesar con aquel joven de pelo castaño, buen mozo él, no más que yo, tampoco más que usted.  Fue un flechazo, como dirían ahora. La fiesta comenzó a las diez y yo sabía que terminaría siete horas después. Sabía que nunca la volvería a ver, ya que yo era nuevo ahí y mi único propósito era tomarla del cuello y darle un beso, tal vez duradero. Eso sí, no supe ver. Recuerdo que la gente empezó a beber, tomaban con precaución, ya que eran épocas de conflicto en el Perú. Estábamos en una reunión en San Miguel, yo vivía en Surco y no recuerdo bien como llegué. Pero ya que estaba ahí, debía esperar a que sean más o menos las seis, para poder regresar a mi casa sano y salvo.  
Después de prenderme un Premier, decidí acercarme para sacarla a bailar y no perder más tiempo, ya que sentía que las horas volaban y yo no hacía nada, más que pensar en la hora,  en cómo me regresaría o en observar lo bonita que era esa mujer, que ni su nombre sabía. Pero lo podía suponer. Ella estaba sola por fin, fumaba lo mismo que yo, miraba a su alrededor y de la nada me aparecí.
“¿Esperas que sean las seis para poder regresar a tu casa?”. No. Respondió y me esquivó la conversación con un poco de humo en la cara. Miró al piso, tiró el cigarrillo, lo aplastó y volteo a verme. “Me llamo Cristina, si eso es lo que querías saber y sí, si puedo bailar contigo”.  Me cogió de la mano desprevenido y me llevó a la pista de baile. Me quedé medio desorbitado con lo acontecido, ya que las mujeres son un poco más sumisas, pero ella sabía lo que yo que yo quería y ella sabía lo que ella quería. Nunca me había pasado algo igual, pero me encantó, hasta puedo decir que me enamoré de ella esa misma noche, la quería cuidar toda mi vida y despertar con ella dormitando en mi pecho.
La música se puso un poco más rápida y ella me empezó a preguntar las cosas básicas, que se suelen preguntar cuando recién se conoce uno con alguien en una fiesta. La conversación no tenía fin, la Guinda no se acababa y ella me volvía más loco. Eran casi las seis cuando me dijo, “no te daré mi dirección, ni mi teléfono, ya tú sabrás donde me podrás encontrar.  Me quedé pensando, la miré, me miró, la música se apagó, los dos miramos alrededor, algunos dormían, otros se besaban y los demás ni se inmutaban con la próxima reacción. Fuimos afuera, y nos besamos sin control. Pero han pasado 20 años y hasta ahora no la logro encontrar. Pero nunca me enamoré de alguien así de igual.